domingo

Pobrezas

El primer contacto con la pobreza fue una foto. En la impresión en blanco y negro, un niño etíope mostraba la piel colgando sobre unos huesos deformes, una panza atroz. La pobreza se hizo evidente testimonio de un mundo lejano, la sombra -el cuerpo casi ingrávido de ese niño raquítico- se convirtió en amenaza. Sin poder escapar a las fantasías, la cabeza viajaba hacia el continente negro, guiaba al cuerpo por un viaje sin sentido, un viaje imposible: meterse en la piel del condenado a morir de hambre. Una pobreza cruel, llena de moscas y malos olores. Una pobreza drástica, definitiva, dramática. Esa foto que es Lo Visible lejos de Lo Palbable; lo representativo; lo ilustrativo como alerta; recorte que sirve como retazo de la realidad, el botón de muestra. La inactividad (la pasividad en la que es puesto el espectador, el ojo que ve desde un cuerpo cómodamente instalado en la sociedad capitalista) agudiza el conflicto: es probable que la próxima vez que esa revista sea abierta por ese mismo lector, el niño etíope ya haya muerto. Acaso esa pobreza agudiza su propia violencia porque arrastra consigo degradaciones de todas las otras formas de la economía. Nada de esto está en juego en un snob, hollywoodense y bienpensante rescate de un limitado número de niños de la condena a la lenta muerte provocada por el hambre. Nada que objetar si la dupla Jolie-Pitt o Madonna adoptasen uno, dos, tres... muchos niños etíopes, ruandeses, camboyanos o argentinos en el ámbito de lo privado. Pero atentos: las mejores intenciones y la publicidad de la adopción son un modo de otorgarse -a sí mismos- la redención de vaya a saberse qué pecados. Y no es la redención -cumbre de lo individual- lo que salvará a los millones de condenados ni del hambre ni de ninguna otra de las formas de la pobreza.

sábado

Borges: escritor y poeta

La primera vez que fui a tomar el subterráneo a la estación Congreso de Tucumán no tenía idea de cual sería una buena ubicación en el andén para esperar que una de las ansiadas puertas quedara frente a mis narices. Fue entonces cuando vi la serie de bustos dorados, empotrados en la pared. Y me detuve frente al de Jorge Luis Borges, invocando a las fuerzas literarias para que inspirasen al maquinista. Lo que iba a constatar en posteriores viajes es que la elección fue un gran acierto: una puerta siempre coincide, casi matemáticamente, con el busto de uno de los más conocidos, reconocidos, respetados, criticados y abominados escritores argentinos. Lo que me llamó la atención, de allí en más, fue la placa del busto: "Jorge Luis Borges - Escritor y poeta". Como si fueran excluyentes, como si no tuvieran puntos de contacto.

Y me puse a pensar en qué diferían, para mí, esas palabras. Una sospecha me desvió hacia la etimología de esas palabras. Escritor es aquel que escribe en cualquier género literario, incluso la poesía. Pero la especificidad de la poesía no es tal. Lo que, por antonomasia, se denomina poesía no es sino la poesía lírica. En sus orígenes poesía (proveniente del latín poēsis) era hacer, convertir los pensamientos en materia. Lo que, a su vez, convertía al poeta en un hacedor de escrituras. El mismo poeta que era, para los griegos, el medio de transporte entre la palabra de los dioses (acercadas por las musas) y el hombre. El hacedor, en definitiva, de la fantasía (letra escrita) de convertir en materia el lenguaje. Entonces, quizás no sea un mal comienzo pensar en que la diferencia entre escritor y poeta no tenga que ver con la forma sino con la esencial relación entre la palabra y la letra: el escritor escribe, el poeta inscribe, independientemente de la forma.

lunes

Matando a e. e. cummings


Hace un tiempo recordé el final de un poema de e. e. cummings y volví a buscarlo en la antología bilingüe Poetas Norteamericanos Contemporáneos, Ediciones Librerías Fausto, 1977. Más precisamente, página 84, poema conocido como me gusta mi cuerpo..., en el cual el gran edward estlin hace poema la novedad de los cuerpos amantes y amados, del encuentro de dos que cambia la perspectiva del tiempo lógico, del instante en que el pasado no se borra sino que cae dejando lugar a algo nuevo. Es un poema suave y altamente erótico, con una estructura quebrada y confusa, con una extraña puntuación. La traducción acompaña, está cuidada y toma sus riesgos. ¿Cómo traducir nerves more sino como nervios más, perdiendo la afinidad fonética del never more/nunca más?

Buscando alguna lectura del poema a la luz de la idea de Lo Nuevo, me crucé con un puñado de sitios que lo publican, aunque bien vale preguntarse si sigue siendo el mismo poema. Convengamos que la traducción es un arte dificil e ingrato; que la poesía en sí tiene, como agravante de esa ingratitud, la particularidad de utilizarse a sí misma más allá de la textualidad de la palabra y la precisión de la letra; y que con esos elementos y esas formas confusas está constituida la lengua (no sólo el idioma) de un poeta. Sin embargo nada de eso justifica el atropello de ¿traducir? el poema con despropósitos, no ya sólo de criterios de traducción palabra por palabra, sino del orden de una lisa y llana traición al concepto mismo de poesía en nuestro idioma y a su riqueza simbólica. Pensaba incluir las citas de tales despropósitos, pero sería darles una consistencia que no tienen ni merecen y aportar a seguir disparando insensateces sobre la belleza. Como acto reparador y amparado en el derecho estético a que haya en la red una traducción que se acerque al poema, transcribo la realizada por E. L. Revol para la antología citada al comienzo.




me gusta mi cuerpo cuando está con tu
cuerpo.Es así una cosa tan totalmente nueva.
mejores músculos y nervios más.
me gusta tu cuerpo.me gusta lo que hace,

me gustan sus cómos, me gusta sentir la columna
de tu cuerpo y sus huesos y la temblorosa
firme-suave idad y lo que he de
una y otra y otra vez

besar, me gusta besar esto y aquello de ti.
me gusta, acariciando lentamente la,pelusa sacudida
de tu piel eléctrica,y lo-que-sea aparece
sobre la carne que se abre... Y los ojos grandes migajas de
amor,


y posiblemente me gusta la emoción
de bajo mí tú tan totalmente nueva.


viernes

Chauvinismo puma

Conjeturo: la cosa empezó a descalabrarse en 1978 cuando, mundial de fútbol y dictadura, produjeron una conjunción tan siniestra que llegó a producir una ceguera tal que todo se justificaba en dos colores: celeste y blanco. Obviando, claramente, el rojo de la sangre derramada. Por aquel entonces, mi abuela no miraba partidos de fútbol (en los cuales yo sufría por el equipo de mis amores) porque se ponía nerviosa; al punto de tener dolores en el cuerpo cuando me veía llorar desconsolado por alguna ocasional derrota de mi equipo. Pero el mundial de Argentina '78 se erigió como un significante que se acrecienta con el paso de los años y la presión del terror no dicho, de la complicidad por omisión/incomprensión política/desinterés/miedo a la que, dócilmente, se sometió la mayor parte de los argentinos adultos de entonces: la palabra que lo representa es Mundial; lo que supone el summum del éxito -ajeno a uno, propio de otros- que representa, camiseta mediante, el supuesto orgullo patriótico, la supuesta inteligencia, el supuesto decoro y demás supuestas virtudes de todo un país. Y, pasado el furor de los dos campeonatos mundiales de fútbol, conseguidos en un lapso de 8 años, parece necesario alimentarlo con más y más mitología deportiva, con ese combustible que -a ojos vista- ha desplazado a la religión como opio de -al menos- este pueblo. Por eso, cuando escucho hablar sentidamente de la selección argentina de rugby, del sentimiento y la pasión; cuando los escucho opinar sobre el campeonato mundial, me pregunto si alguna vez serán posibles la construcción de un otro futuro, el desprendimiento de la siniestra idiosincrasia y la demolición del significante sobre el cual se construye un futuro con ladrillos de ignorancia y opresión. Unico modo, por cierto, de que lo lúdico y lo digno vuelvan a ser lo que nunca debieron dejar de ser.