lunes

Belleza occidental

Hace un par de semanas, la foto de una modelo anoréxica, totalmente desnuda, capturó la atención de los transeúntes italianos, del público en general y de los medios periodísticos de todo el mundo. Producto del ojo de Oliviero Toscani, famoso por las provocativas campañas que realizó para Benetton, la mise en scène circuló con un pie de foto que dejaba en claro que lo próximo que sucedería con el cartel contra la anorexia sería su desaparición de la vía pública. Este tipo de campañas relámpago, efectistas al extremo, producen consecuencias en el espectador que no siempre están ligadas a las preguntas que podrían provocar. En el caso de esta modelo, lo más superficial es el cuestionamiento moral (punzado por el aspecto físico de esa mujer devenida espectro) acerca de cuán ofensiva o lesiva es esa desnudez, esa exposición siniestra; esa mujer avasallada por las exigencias del deber ser un cuerpo acorde a la moda. No hay pregunta sobre el discurso de esa foto, hay efecto de un inmediato de rechazo moral. Los interrogantes apenas parecen cuestionar la decisión de la prohibición a la luz del bienpensar. La foto se ubica en el delgado filo de lo que es sancionable, lo que es pasible de discriminación, palabra incómoda para cualquiera que se precie de comunitariamente solidario, tolerante y progresista. La pregunta podría ser: ¿qué de ese cuerpo está manifestando el costado más radical del imperio de lo contemporáneo? ó ¿cuánto hay en ese cuerpo de la marca estética indeleble que la cultura occidental impuso como concepto de belleza en los útimos siglos? Entre las gordas saludables de Rubens y la figura cadavérica de Toscani hay varios abismos; algunos de ellos son producto de la imposición del concepto de estética occidental como la única posibilidad Lo Bello. Cito a Roberto Santoro: Estética Etica est. Motivo por el cual habrá que rastrear en esas pieles mortecinas la decadencia de las sociedades que arrastran a pagar, hasta con el cuerpo, la tiranía de ese concepto de belleza.